martes, 26 de julio de 2011

Pequeño rock and roll, nunca quiso ser de nadie.


  • Sí. Justo allí. Sentada en la cama con el amanecer amenazando con salir a buscarla y el regusto de la cerveza mezclándose con el dulzón sabor de boca de una resaca palpitante.
  • Esos jodidos mosquitos revoloteando alrededor de la bombilla y el poco sentido común que le quedaba ordenándole que se fuer a adormir. De los auriculares salían notas que quedaban suspensas en el vacío como volutas del humo de un cigarro que nunca se acabó. No importan las horas que pase en vela, ni las sonrisas para disimular.
  • Es consciente de que de vez en cuando se ve justo bajo la tormenta perfecta. Esa que irónicamente se provoca a sí misma, por que cada vez que echa un vistazo dentro de su cabeza se da cuenta de que ese caos que se debía a sí misma organizar se ha convertido en un agujero negro.
  • Mientras, la brisa entra por la ventana.

  • Está la perspectiva de buscar la solución fácil. La de siempre. El analgésico.
  • La opción cada vez más inviable.
  • Black. El color del futuro. El color de la tinta.
  • El resumen de las canciones y el color del calcetín tirado al lado de la puerta.
  • El rimmel y el sujetador.

  • Una cámara y unas gafas por graduar le demuestran que aun hay cosas que la atan a ese lugar que ha acostumbrado a llamar hogar; pero que ha acabado por quedar reducido a un mísero rincón donde compadecerse cuando llegan los demonios.
  • Al fin y al cabo nadie puede negarte eso.
  • Lamerse las heridas, sonreír y mentir. Esa jodida presión sobre los hombros está acabando con ella. No sabe cuanto más tiempo le queda, ser posible que la chica de la camiseta de pijama raída tenga que desaparecer; igual se marcha sin decir adiós y sin mirar atrás.
  • Mirando por la ventana intenta resolver sus dudas, sus preguntas inconexas y sus miedos.
  • Todo era demasiado fácil con el "ya nos veremos" de por medio y la mirada perdida, parece más un gato abandonado que una luz de neón.
  • Habrá que esperar a que le caiga la tormenta y se cale hasta los huesos para que recuerde ella misma que aun se puede permitir el lujo de bailar bajo la lluvia cuando todo está tan jodido que más valdría hacer borrón y cuenta nueva para disipar del todo nubes negras.

Hhhhh..

I hate the way you talk to me, and the way you cut your hair. I hate the way you drive my car. I hate it when you stare. I hate your big dumb combat boots, and the way you read my mind. I hate you so much it makes me sick; it even makes me rhyme. I hate it, I hate the way you're always right. I hate it when you lie. I hate it when you make me laugh, even worse when you make me cry. I hate it when you're not around, and the fact that you didn't call. But mostly I hate the way I don't hate you. Not even close, not even a little bit, not even at all.

miércoles, 20 de julio de 2011

Winter


Había empezado el invierno y ella, con el dedo apoyado en el cristal, desdibujaba figuras contra el vaho que se acumulaba por las esquinas. El pelo le caía por la espalda y la camiseta con un dibujo gastado susurraba a cada movimiento los recuerdos que en las noches se olvidaron.

Se había hecho el silencio una vez más, y perdidos entre recuerdos, cada uno miraba en su propio pozo de dolor. El humo de los cigarrillos ascendía en volutas que se perdían en las sombras de la lámpara de flecos amarillentos que presidía la habitación.

Dos copas de vino estaban en el suelo y junto a la botella, unas velas consumías sus últimos alientos y dejaban huellas indelebles en la madera.

- No le encuentro sentido. - Susurró ella. - Es tan improbable que en esta vida se pare el tiempo como que yo acabe con mis demonios. Ni si quiera tu puedes ayudarme, ya te lo dije en su día.

Se había girado y estaba apoyada en el alfeizar de la ventana, con los brazos cruzados y la mirada cabizbaja. Parecía indefensa, temblorosa como la mecha de las velas, suave como el tacto del terciopelo y libre como las nubes de Enero.

- Se podría decir que soy un amante de las causas perdidas. - contestó él. Sonriendole a las gotas de lluvia que caían contra la ventana.

sábado, 16 de julio de 2011

4:16


Solo eso. Una bocanada de aire desgarrándote los pulmones. Sentir cada jodida célula de tu cuerpo y saber que estás vivo. Parpadear y oír los latidos del corazón mientras la sangre bulle por tus venas.
Gritar la letra de las canciones en cualquier puñetero bar mientras el tequila se funde con tu organismo, sentir la euforia de hacer lo que quieres sin dar explicaciones ni medir tus movimientos.
Volver a respirar.
Mirarte las palmas de las manos y sonreír.
Buscar en la luna preguntas con respuestas sin fecha de caducidad.
No bajar la mirada y ahuyentar a los fantasmas del pasado.
Contar las baldosas al volver a casa mientras el sol se asoma por tu espalda.
Sonreir. Gritar. Respirar.
Sentir que nada te detiene y que no hay suficientes Carpe Diem en tu lista de cosas por hacer.
Ser tu mismo, sin máscaras.
Volver a los básicos, vibrar con cada acorde de las canciones y remolonear con los rayos del sol.
Tontear bajo las farolas con los sueños por cumplir y romper las medias sentándote en el suelo.
Notar los poros de la piel.
Mirarte al espejo y reconocerte.
Buscarte en los charcos cuando llueve sin importar mojarte, solo por sentir las gotas caer contra la piel.
Que pasen los días y sigas notando los latidos del corazón como mínima expresión de una esencia que explota con cada bocanada de aire que entra en los pulmones.

viernes, 15 de julio de 2011

Photo-Photo.


http://obture.com/user/Calmbeforestorm/collection


Una de galería de fotos en construcción.

domingo, 10 de julio de 2011


Para ti ya no tengo nombre.
Para ti tampoco existo.
Para ti fui declarada muerta hace tiempo.
Para ti desaparecí esa tarde de invierno cuando mis huellas se desdibujaron entre la niebla.
Para ti agonicé cuando mis nudillos sangraban ante un muro cualquiera.
Para ti sufrí las cadenas del silencio entre gritos de impotencia.
Para ti pasé noches en blanco pensando una vía de escape.
Para ti añoré la tranquilidad de las tardes de café.
Para ti hubo máscaras.
Para ti hubo sonrisas, y también lágrimas.
Para ti huí de la gente.
Para ti me enfrenté a mis demonios.
Para ti nunca perdí el control.
Para ti, supe protegerme.
Para ti aprendí a desvanecerme entre las sombras.
Para ti aprendí a valorar la soledad.
Para ti, la silueta de mi figura se desdibujaba por las noches, con más alcohol que sangre en las venas.

Para ti, un día me fui.

“Solo desaparece quien tiene algún sitio donde ir.”

Aire libre.

Necesito despejarme.

sábado, 9 de julio de 2011

Some do it fast.


Y se hizo el silencio,

por sus retinas se habría paso el ansia animal que martilleaba su cabeza en cada acorde de la canción.

Neonlight.


Luces de neón, para sentimientos infravalorados. Deja que te susurre al oido lo que se me pasa por la cabeza y que un escalofrío recorra tu espalda.
Luces de neón, para los besos perdidos. Imagínate aquella noche bajo la luna.
Luces de neón, para días de soledad. A lo lejos se ve tu sonrisa.
Luces de neón, para todas y cada una de las palabras que no dijiste. No les des el ultimátum a las miradas perdidas.

Luces de neón, para destacar nuestros deseos más oscuros.

Bleeding red.


Tenía la mirada triste y la sonrisa desamparada.

Cada tarde, se acercaba hasta aquel banco perfilado en el fin del paseo marítimo, junto a la farola solitaria y, veía atardecer. Invariablemente llegaba paseando, pulcra y reluciente, con la serenidad que tan solo se puede alcanzar con la edad, y, la mirada apagada de alguien que arrastra el dolor desde hace demasiados años. Se acercaba al banco, y pasaba la mano por encima, como intentando recordar mediante el tacto lo que atormentaba su memoria.
Llevaba unos guantes de piel, y, bajo ellos, unas manos de artista, con las uñas pintadas de un rojo sangrante, quizás como su corazón. Se los quitaba con la parsimonia de alguien a quien nada más que la soledad le espera al llegar a casa.
Mientras el sol se acercaba a la línea del horizonte y amenazaba con quemar el mar, abría su bolso, de piel gastada y broche dorado, y sacaba un cigarrillo y un mechero de plata labrada.
En el momento en que prendía el mechero, parecía que la luz volvía a esos ojos de color gris tormenta. De sus labios color burdeos, surgían volutas de humo que se deshacían al arrullo de las olas. Fumaba con abandono, perdida en recuerdos. Y sus ojos miraban sin ver al gran azul, convertido en haces de luz con coronas de espuma que, como el tiempo mismo, se deshacían en la arena.

A su izquierda, el acantilado.

Podría decirse que miles de veces se le pasó por la cabeza lanzarse al mar, y dejar de intentar sobrevivir al siguiente amanecer sin dejar que su interior se rompiera en mil pedazos. Pero había algo que se lo impedía, ese algo también le impedía alejarse de esa costa, maldita, e inhóspita para su corazón envenenado.
Siempre había sido una mujer solitaria, un alma en pena, un pasajero individual con un billete de ida por la vida en el tren equivocado, solía decir ella con la sonrisa rota.

Sonrisa que en su día tuvo vida, tanta vida como una mañana de verano, pero, la cruda realidad apareció en su vida como un invierno repentino e hizo que esa sonrisa se rompiera para siempre, sin la posibilidad de recomponerse del todo. No se puede decir que no lo intentó, pero quedó como una muñeca de porcelana tras caer al suelo, recompuesta en una burda imitación del brillo de la anterior.

En su piel de terciopelo, se ven las huellas del paso del tiempo, arrugas casi invisibles que cuando se mira al espejo la hacen volver al presente, y darse cuenta de que su propio tiempo pasa impasible, imparable e inalterable como las olas del mar que la atrapa.

En aquel banco desgrana los segundos del atardecer intentando encontrar lo que la propia vida le robó y buscarle a una existencia que se limitaba a buscar el equilibrio entre las sombras del pasado y el negro presente.

Mientras, el Sol asesina sus últimos momentos antes de morir una vez más, y el cigarrillo exhala sus volutas finales. Parece que el mundo se para mientras suspira, sin encontrar solución, un día más, y, las gaviotas, ajenas a todo, permanecen suspendidas en las corrientes de aire, impasivas ante lo que sucede bajo ellas, limitándose a dejarse llevar.

viernes, 8 de julio de 2011

I won't confess.


I don't believe in love; I believe in physical attraction. Leave behind the emotions, just hear what says your skin.. Forget your mind, go back to the basics.

Something borrowed, something blue.

Estaba sentada en el tejado que sobresalía bajo su ventana. Muchos si la vieran dirían que está loca.
De los auriculares salen unas notas discordantes que recuerdan vagamente a las mañanas de verano.
No es cierto que esté loca.

Tiene los ojos cerrados.
Las manos acarician el viento como si tocara una música muda y en su cara se atisba un intento de sonrisa, pero está rota.
Quizá se le ha olvidado sonreír después de tanto tiempo.
Ha abierto los ojos.

Me ha visto.
En sus ojos hay un brillo de melancolía, su cara se ha llenado de la luz de los recuerdos de los días pasados.

No está triste.
Le hablo, pero no puede oirme.
Sabe que aunque cierre los ojos, yo estaré esperando para volver a ver su luz.
Sus manos han parado y ahora reposan sobre las arodillas.
No está triste.

El sol se ha escondido.
Ya no mira al horizonte.
Sonríe.
Observa nacer una vez más las estrellas.

Ha cambiado de postura, ahora se abraza las rodillas como si temiera romperse.

Una lástima que ella no pueda tocarme.


The bed got fire.

Things to do before I die,
unknown pleasures.

Nunca perdió el control.


Y ver amanecer tras el cristal de aquel vaso, lleno tan solo de hielos, y cargado de todas las emociones que saqué de mi alma. Sentada en ese banco solitario al final de la calle, donde tan solo los gatos callejeros pasean, a la espera de un futuro más prometedor que el que me trae el periódico matinal. 
Búsqueda de la niebla que serpentea entre las gotas de lluvia vistas al trasluz de una farola, sonrisas con la promesa de una buena perspectiva del telón.

Good times for sinners.


Tras una persiana medio bajada, con el humo del cigarrillo atrapándose entre sus ojos, y la sonrisa de quien no tiene nada que perder, me dijo algo que se me quedó grabado.

- ¿Sabes? El mejor consejo que me dieron nunca fué que me tomara las cosas con calma y siempre buscara la parte racional, porque es la única que te va a ayudar a encontrar la salida correcta, con el menor daño posible. - Desde entonces, solo me reconoce la gente que sabe donde mirar.


Amargo.


Y otra vez la misma habitación.
La misma cama por hacer y la misma pared con fotos que se caen.
Los mismos recuerdos que retumban en los rincones.
Y la misma sensación que le impide huir.
La bombilla, solitaria, parpadea intentando contener su ultimo aliento mientas ella está tumbada en el suelo, con los pies en la pared.

Está de espaldas a la ventana y parece que las vetas de la madera fluyen hasta encontrarse con las ideas que se le amontonan en la cabeza.

El teléfono, silencioso, está tirado por algún rincón, probablemente entre las cervezas vacías.
Colgados del sofá, unos vaqueros.

La luz que entra por las rendijas de la persiana le molesta en los ojos, y en su boca se junta el gusto de la resaca con el sabor amargo de la derrota.
En el calendario hay tachados tres días, y, en la mini cadena empieza a sonar de nuevo la misma canción.
Si no fuera por el tic tac del reloj de la pared, diría que el tiempo se ha parado.

Sin embargo, el ruido de los coches es incontenible.

Ella misma se ha encerrado en una cárcel sin barrotes.

El teléfono comienza a sonar, y se arrastra a por él, dejándose caer luego contra la pared.
Mira quien llama y lo vuelve a dejar caer al suelo.

Reúne fuerzas para levantarse y va a por otra cerveza. Ha perdido la cuenta de las que lleva hoy.

En la cocina, el neón hace que todo sea demasiado reluciente. Era pequeña, pero para un alma solitaria como ella, era demasiado grande.
Se sentó en la encimera, con los pies colgando.

La nevera hacía ruido, y del grifo caían gotas que retumbaban como cañonazos en la habitación.
Las paredes se le caían encima también allí.

De repente, la bola de pelo apareció por la cocina. Se acercó lentamente y en sus ojos se vio reflejada tal y como estaba en ese momento.

Cansada, derrumbada, furiosa.

Con un suspiro se levantó de un salto y se dirigió al baño.
Se quitó la camiseta raída y se metió en la ducha, donde quizá el agua consiguiera sacarla de su cárcel invisible.

Un chorro de agua fría le cayó encima, y, sin previo aviso, empezó a llorar.

Se dejó caer, y, abrazada a sus rodillas, dejó que las lágrimas borraran los efectos del pasado.
Casi lo consigue.
Cuando él la encontró seguía allí, temblando y empapada.

Esta vez la batalla había podido con los prisioneros de guerra.


Your name, your face, it’s all you have left now.

miércoles, 6 de julio de 2011

..Onfire.


- No te quedes inmóvil al borde del camino no congeles el júbilo no quieras con desgana no te salves ahora ni nunca no te llenes de calma no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo no dejes caer los párpados pesados como juicios no te quedes sin labios no te duermas sin sueño no te pienses sin sangre no te juzgues sin tiempo pero si pese a todo no puedes evitarlo y congelas el júbilo y quieres con desgana y te salvas ahora y te llenas de calma y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo y dejas caer los párpados pesados como juicios y te secas sin labios y te duermes sin sueño y te piensas sin sangre y te juzgas sin tiempo y te quedas inmóvil al borde del camino y te salvas entonces no te quedes conmigo -