jueves, 29 de septiembre de 2011

Skin code.



- "Lonely - he said.- I don't know. They tell me this is cold. I don't know what cold is, because I don't freeze. So I don't know what lonely means either. Bears are made to be solitary. "

Reencuentros.




Dijeron que murió de sobredosis.
Solo se sabe, que la encontraron sola,
como tantas veces.
Con una sonrisa rota, pintada de rojo.
A pesar del frío de su piel, mantenía su apariencia ausente.
Nadie diría que su sonrisa no volverá.

Who.




La diversión de discutir con tu propio orgullo a altas horas de la madrugada, y los guiños escondidos de un mal carácter que no sabe si seguir el ritmo de la música o centrarse en el humo ascendente que lucha por rozar el techo de luces de neón.
Unas medias rotas y una sonrisa cansada que se quita el carmín frente a un espejo sin filtros, una realidad demasiado desnuda para muchos.

Descp.

¿Cara? la que tu quieras, y la que más.
Los centímetros de más en los vestidos se iban perdiendo junto con las oportunidades de encontrar el amor y las ilusiones de unas manos cálidas en las que esconderse las noches de invierno, desde que la vida le pasó factura de su inocente niñez, a base de ostias y Brujas de cuento.
Pasó de princesa a Puta cuando se cayó de los zapatitos de cristal, una noche haciendo eses.
La misma amistad le puso un hombro para llorar, y a dos centímetros de limpiar el maquillaje corrido, lo quitó para reirse de ella. A la primera se escondió detrás de un cristal, y miró.
Un año, otro.
En los que la experiencia la salvó de ostias más fuerte.
Y ya, cuando las hojas de los árboles se caían, decidió cerrar su imaginación, su ilusión y Romper el cristal, Tras horas insufridas de momentos de los demás, caras falsas, y sonrisas retraidas.Decidió dejarse llevar.
Y los escotes fueron su mejor arma de defensa.
El pintalabios su huella, Y el precio por su compañía era quedar jodido, caliente, y sin dinero en una barra.
Viendo como tras ese rojo carmesí que bordaba sus labios como en las colchas de puntola veías reirse con esa maldad natural que caracteriza a los trotamundos. 

Soul on fire.


La ví marcharse, riéndose del mundo con una boca color carmín y la linea de las medias serpenteando por sus piernas. Los tacones sonaban y la chaqueta que iba arrastrando susurraba los sentimientos que silenciaban sus ojos.
La última vez que me miró, fue al girarse y decirme con los ojos que se iba para no volver. Aún extraño el olor de su perfume por las mañanas y los dedos de pianista jugando con mi espalda.
Aún.
Y quizá.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Kamikaze.



A muchos le daba miedo su forma de mirar. La forma de encarar a la vida.
No era fácil mirar a esos ojos que retaban al Sol y que buscaban el infinito en cada esquina por doblar. Tampoco era fácil de comprender su forma de pensar, y las variables que asimilaba su cabeza ante cada problema que se enfrentaba. Ni era fácil llevarse bien con la barrera casi física que imponía entre la gente y ella. No era fácil entender la fiereza con la que defendía su independencia, ni su mal humor de por las mañanas.

Muchos aplicaban la definición de dificil, otros ni si quiera intentaban acercarse. Pero definitivamente, había decidido volver a usar esa vieja camiseta de pijama y a volver a mirar por la ventana dejandose llevar por sus pensamientos. Había decidido poner los pies en el suelo e intentarlo una vez más. Había decidido jugarse el cuello, las cartas y la piedra que tenía alojada en el pecho a modo de corazón.

Había decidido quemarse con el fuego y sonreír esperando al amanecer, pero esta vez, con un compañero de viaje cuya forma de mirar quemaba tanto como la suya. Suena curioso, no? 

martes, 27 de septiembre de 2011

Queen of the damned.




Creo que tú sabes de lo que hablo. De esa sensación apenas perceptible que serpentea por tu columna vertebral. Hablamos de cuando estás en algún lugar totalmente gris y de repente pasa. Hablamos de cuando de repente empieza a llover, y se te calan hasta los calcetines y tu sigues bajo la lluvia, mirando al cielo y respirando tan solo.
O hablamos también del atardecer en aquel descampado, oyendo solo al viento. O quizá de aquel amanecer sentado contra la pared, en el que tan solo la bombilla parpadeante te puede traer de vuelta al mundo.
Hablo de que, a pesar de la esceptibilidad, los motivos para retraerte y las mil murallas mentales que nos vamos construyendo poco a poco según la vida nos va jugando malas pasadas hay que aprender a quedarse desnudo ante tí mismo. Por que si no consigues verte sin el muro de cemento, es que te estás perdiendo todos esos pequeños placeres, considerados también como pequeños pecados personales, que te llevan a sonreir a media voz, y a guiñarle el ojo al mundo de nuevo. A pesar de todo, hablamos de esos momentos en los que te gustaría que se parara el reloj de arena y todo estuviera quieto.

Quizá nunca tenga las cartas correctas en esta partida, y puede que tropiece otras mil veces por el camino, pero me voy a seguir considerando una amante de estos pequeños placeres y causas perdidas que me llevan a seguir paseando por estas calles llenas de caras sin nombre y de pasos sin banda sonora.
Quizá, a pesar de todo, el poder seguir dando pequeños suspiros me hace aferrarme a lo que tengo como un clavo ardiendo. Y perderé, pero nunca podrás decir que he dejado de jugar. 

martes, 20 de septiembre de 2011

Hold my bones.




La música sonaba en el reproductor de fondo mientras miraba por la ventana. El amanecer era cada vez más latente, y el cielo estaba inmerso en ese color tan indefinible que llega con las horas del reloj en las que uno no debería estar despierto.
El compás de la respiración marcaba el ritmo y tras los bostezos, mil ideas que pasaban tan rápido como los kilómetros. No le gustaba tener que ir con la ventana bajada, por que el mover la mano al compás del aire por la ventanilla le ayudaba a calmar los pensamientos. Sin embargo, por extraño que pareciera, había un punto en su cabeza que ardía como si fuera una fuente de ignición que hubiera explotado. La mano que sostenía la suya, y que tamborileaba con los acordes de la canción, le indicaba que no estaba sola. Aún le sonaba raro. Pero no le sonaba nada mal. 
  

viernes, 16 de septiembre de 2011

Fuck me, I'm stitched.




..It's not an issue, just remove the hateful tissue.
We all know her age is endless.
It's all pain. It's all disease man, it's obscene. Dull itchiness, my little twin.
The way you stalk, that's well, "I want again," she said. "I want it now," she said.
"If you don't listen to what I say, just masturbate your love away."

jueves, 15 de septiembre de 2011

Growing up.


“Growing up is never easy. You hold on to things that were. You wonder what’s to come. But that night, I think we knew it was time to let go of what had been, and look ahead to what would be. Other days. New days. Days to come. The thing is, we didn’t have to hate each other for getting older. We just had to forgive ourselves for growing up.”

4:13



Al pie del camino, al filo de cualquier mañana.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.



¿Para qué quieres saber el día que vas a morir? ¿Para replantearte una vida perfecta hasta el momento en el que tu reloj diga basta y que algo se rompa dentro de tí?

A ella nunca le preguntaron si quería saber cuando iba a morir, es más, ni siquiera le preguntaron si quería vivir.

Luces de neón parpadeantes y abrigos de media cintura coreaban una triste melodía que perseguía su existencia como una banda sonora inacabada. Medias de encaje y ligueros mal puestos eran su seña de identidad. Labios color carmín y escotes donde uno perdía la noción del tiempo. Siempre fue una sirena que huyó del mar, y se quedó varada en el primer bar de carretera.

El primero que aquella fatídica noche le abrió las piernas dejó un regusto ácido y sudoroso en su piel. Nunca volvería a ser la misma.
Poco a poco, gracias a los galanes de una noche, caballeros hasta la entrada de la habitación, fieras de puertas para adentro, consiguió una máscara.
La máscara que se ponía cada día a las siete de la tarde, a base de capas de maquillaje para tapar las arrugas de desesperación y de dibujar con rojo pasión lo que un día murió dentro de ella.
Buscando algún resto de lo que un día fue, mirándose al espejo, de repente, sintió.

Desesperación, de no saber cómo había perdido tantos años de su vida. Dejándose engalanar cada noche por un varón gris escondido en el cuello de la camisa, indiferente a sus sentimientos y emociones, que buscaba despejar su polla y su mente sin los galanteos de las discotecas.
Asco, de haber dejado que su vida se convirtiera en el recuento de condones en la papelera.

Cada tres semanas iba a la tienda de lencería, a renovar su vestuario a base de ofertas de dos por el precio de uno. La dependienta, señorona de a pie, entrada en años y en carnes, sentía lástima de aquella pobre muchacha que había ido a dar con sus huesos a aquel hostal de mala muerte, cosechando a su espalda venéreas y cicatrices de cigarrillos sobre su piel.
Nunca se atrevió a decirle nada, por temor y respeto, pues a pesar de haberse convertido en un fantasma sin alma que vagaba por el puerto en sus ratos libres, aún aparecía de vez en cuando el brillo de esa fierecilla que la había hecho huir de casa, de las palizas de su padre y las palizas que le propinaba a su madre, con la esperanza de labrarse un futuro sin moratones; pero el simple regreso al presente hacía que esa llama se extinguiera como si nunca hubiera existido.

Más de una noche había comprobado los excesos del alcohol y demás sustancias que te prometen el olvido y, lo único que te regalan es un martilleo en la cabeza al día siguiente. No tenía amigas, y la única que había escuchado sus confidencias era la señora de la limpieza, mujer que una mañana la había encontrado semidesnuda en el baño, después de haber vomitado hasta la decencia en un intento de usar el alcohol como desinfectante del alma. La limpió y la metió en la cama sin pedir nada a cambio, tan solo la promesa de la no repetición.
Nunca lo prometió.
Y cierto es que la noche en que tuvo la jeringuilla en su mano, con el líquido brillante debajo de la bombilla de 100W de su habitación, dudó durante una hora, y, tras esa pausa en su vida, introdujo con cuidado la aguja en la que se convertiría su vena favorita.
Ignoraba a los muchachos que le prometían la huida de aquel antro, y se sometía a los cincuentones que tardaban menos en desabrocharse el cinturón que en correrse.

Su vida se reducía a las cuatro paredes de pintura desconchada del piso segundo, puerta derecha. Una fotografía del mar, un cepillo añejo y una carta sin abrir eran sus verdaderas pertenencias. Todo lo demás eran accesorios de aquel simulacro de vida que le había tocado en la lotería del infierno.

En sus dedos, baratijas de segunda mano encontradas en un cajón de la anterior propietaria de la habitación, una pelirroja de infarto que no había sobrellevado su cautiverio y se había suicidado, tras meses de meterse los dedos hasta la campanilla, con un paquete de antidepresivos mezclados con unas copas de vodka al atardecer. La encontraron tirada en el baño con cortes en los brazos y los dedos machacados del efecto corrosivo de la bilis. Bonito espectáculo para el cliente de las diez.

La radio sonaba con interferencias, la hora de la música. ¿Música? ¿Qué es la música? Se preguntaba todos los días. Recordaba a aquel poeta despelujado que apareció un día y le cantó a la orilla del mar buscando más un rato de compañía que el desahogo sexual. Intentó convencerla de que la música transmite sentimientos, y puede hacerte ver las cosas de otro color.
Pero ella, que hacía mucho tiempo que estaba muerta, solo veía en el futuro el negro y el gris oscuro como máxima variante. Ignorando las palabras de aquel joven se fue, y nunca más supo de él.
Una lástima, podrían haber sido amigos. 



Hoy día allí sigue, ahogada. Presa del reloj y del paso del tiempo, ignorando las huellas que deja en su cuerpo y colgándose de los hilos que salen de las cortinas para no perder la cabeza y dejarse llevar por la marea de locura que cada día llega más lejos en su mente. 

H, de hangover.







"The hardest part of today is hangover. Empty bottles and empty promises. I got every person I need. And it's gonna be a hell of a messy night. I can't rememnber last night. I can't remember anything."

Touché.





Like roses, we blossom and die

sábado, 10 de septiembre de 2011

Fly.



La idea de perder tanto control sobre la felicidad personal, es insoportable. Esa es la carga. 
Al igual que las alas tienen peso, un peso que notamos sobre la espalda, pero son una carga que nos levanta,
una carga que nos permite volar. 

viernes, 9 de septiembre de 2011

Film.

"En fín, pensándolo bien. ¿Ha valido la pena? Dios santo, cómo ha cambiado irremediablemente mi vida. Siempre es el último día de verano y me he quedado fuera en el frío sin una puerta para volver a entrar. He tenido más momentos intensos de los que por derecho me corresponderían. Para muchos, la vida les pasa de largo mientras hacen grandes planes para ella.
A lo largo de mi vida, he dejado pedazos de mi corazón aquí y allí, y ahora apenas me queda el suficiente para seguir viviendo, pero fuerzo una sonrisa sabiendo que mi ambición sobrepasaba mucho mi talento. Ya no hay caballos blancos ni mujeres guapas en mi puerta."





Blow. 

martes, 6 de septiembre de 2011

Y a falta de palabras, me mordí la voz.




Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades. 
La primera es el sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta. 
La segunda puerta es el olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dich ode que "El tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta. 
La tercera puerta es la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La ultima puerta es la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.