La diversión de discutir con tu propio orgullo a altas horas de la madrugada, y los guiños escondidos de un mal carácter que no sabe si seguir el ritmo de la música o centrarse en el humo ascendente que lucha por rozar el techo de luces de neón.
Unas medias rotas y una sonrisa cansada que se quita el carmín frente a un espejo sin filtros, una realidad demasiado desnuda para muchos.
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